viernes, 30 de octubre de 2015

Argentina; pionera en el mundo en sancionar una ley anti trata:



El 23 de setiembre de 1913 se sancionó la primera ley dedicada pura y exclusivamente a penalizar a los proxenetas con penas de hasta 15 años. La misma fue creada e impulsada por el diputado socialista Alfredo Palacios. En 1999 la "Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico" que tuvo lugar en Dhaka (Bangladesh) estableció el 23 de setiembre como “Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niños y Niñas” en conmemoración a esta ley.


Hasta 1913 la única legislación que perseguía la explotación sexual en nuestro país era el artículo 19 de la ley 4189 promulgada en el código penal como el número 9143 que extendía la pena si los explotados eran menores de edad.


Nuestra ciudad tiene una historia rica, relacionada en gran medida con la la mafia, la prostitución y la trata. Veamos algunas de las cosas que sucedían en la época de la sanción de la ley en nuestra tierra, que por entonces era conocida como la "Chicago Argentina".

Barrio Pichincha:



Se denomina "Barrio Pichincha" al territorio comprendido por las calles Tucumán, Suipacha, Francia y el Río Paraná de la ciudad de Rosario. Considerado un barrio de culto, con enorme pasado prostibulario, es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Rosario, e inmensamente popular en el resto de la república e incluso de Sudamérica y Europa.


Rico en anécdotas, personajes e historias, es depositario de miles de historias de vida cotidianas, donde la prostitución, el rufianismo, la mala vida, trata de blancas eran comunes.



Tomando su nombre de la célebre batalla por la independencia, también fue conocido como "Rosario Norte", en referencia al nuevo nombre a la estación de trenes emplazada en el barrio; o como "Barrio Sunchales" derivado del antiguo nombre de esa misma terminal ferroviaria. Actualmente, en homenaje a uno de sus mayores «próceres» se lo llama "Alberto Olmedo". No obstante, Barrio Pichincha es como se lo conoce habitual y cotidianamente.

Pichincha, el pasado


En el siglo XIX, la instalación del ferrocarril y el crecimiento de la actividad portuaria debido a la exportación de productos agrícolas, fueron hechos fundamentales para la formación del barrio Pichincha. El desarrollo demográfico que experimentaba la ciudad, la proximidad a la estación de trenes y la cercanía al puerto fueron los factores que propiciaron la instalación de prostíbulos en toda la ciudad. Muchos funcionaban de forma clandestina, y pese a los intentos de control de la Municipalidad, el destino del barrio ya estaba marcado.


Así, la prostitución, las casas de citas, los «quilombos», la trata de blancas, burdeles, piringundines, rufianes, madamas, trabajadoras sexuales y cafés con camareras fueron proliferando de manera acelerada. Los había de todo tipo, para gente de clase media baja en donde por un peso podía encontrar los placeres carnales, o para elegantes hombres de negocios o de distinguidas familias que desembolsando una suma mayor podía disfrutar de una señorita francesa o polaca. Lugares como el Madame Safo, Petit Trianon, Chantecler, entre otros, dejaron una indeleble marca en el barrio.

Madame Safó, el burdel más famoso:


El Madame Safo ocupa un lugar central en la historia oculta de Rosario: fue el burdel más lujoso e importante de la ciudad en el período en que actuaron las grandes mafias de la prostitución. Su ubicación era estratégica para su época: situado sobre calle Pichincha (hoy Riccheri) entre Brown y Güemes, a pocas cuadras de la estación de trenes de Rosario Norte, la zona roja de la ciudad por entonces. Era el punto de de encuentro obligado, no sólo por curiosos, turistas y clientes ocasionales, sino también para planificar los ilícitos que luego se verían en las crónicas policiales de los diarios.


El escritor y periodista rosarino Raúl N. Gardelli confirma esa singularidad. El “lujo insolente y truhanesco” del prostíbulo, escribe en su libro Conmovida memoria, convocaba a clientes y curiosos de distintos puntos del país. “Supo haber quienes viajaban a Rosario expresamente para conocer ese lugar. No venían a Rosario, venían a Madame Safo. Subían al tren en Retiro, bajaban en las estaciones Sunchales y se zambullían sin demora en el vecino mago prostibulario”.



Burdel “El Paraiso”:


El Paraíso era muy lujoso. Tenía vitrales, la famosa calesita, alguna habitación cubierta en madera, su techo con cúpula y motivos orientales que apuntaban a una suerte de refinamiento en el arte de amar. Sin embargo, su planta no difiere de otras de la época: un patio central con habitaciones alrededor y una cúpula vidriada. Es por cierto mucho menos monumental —en cuanto a sus dimensiones— que el Mina de Oro, de Pichincha 73. Tenía entre 10 y 16 habitaciones, diferencia que aparecía mencionada en los distintos documentos municipales.


En 1923, la que era por entonces su regenta, Alice Ribera, junto con otras colegas solicitó al intendente modificar el artículo 3 de las ordenanzas sobre prostitución sancionadas el 31 de mayo de 1907, por el que se permitían 15 mujeres por burdel. Por otra parte la normativa sobre el asunto establecía que el número de habitaciones debía ser proporcional al número de mujeres. Las regentes apuntaban a que se permitiera hasta 25 mujeres por burdel. Y finalmente lo consiguieron en 1930.


Las "casas de tolerancia" servían al mismo tiempo de local y domicilio para las mujeres que allí trabajaban (prostitutas y personal doméstico), aunque existieron algunas variantes ya que muchas prostitutas no vivían en las mismas casas, sino que iban allí a trabajar. Las habitaciones no podían tener ninguna comunicación interior ni exterior con las casas vecinas y hacia 1930 se estableció que debían contar con lavatorio de cuatro llaves, agua corriente fría y caliente y los respectivos desagües.



Las regentas eran comúnmente antiguas prostitutas que hacían “carrera”. Algunas continuaban ejerciendo igual la prostitución, sólo que tenían mayores responsabilidades frente al Estado Municipal. Esta función sólo podía ser desempeñada por mujeres, aunque no fueran necesariamente dueñas de los prostíbulos. En algunos casos los dueños eran hombres —como en El Paraíso— de modo que debían colocar una mujer de su confianza, en general su concubina o a veces su propia esposa, al frente del negocio para adaptarse a las normativas.





Las regentas eran personalmente responsables de todo lo que sucedía en las casas de tolerancia, de la salud de las mujeres y de cualquier infracción que se cometía en el burdel, sin que por ello disminuyera la responsabilidad del autor de la falta. Entre las más comunes se encontraba el expendio de alcohol a un ebrio, las golpizas y disturbios, la presencia de menores en el lugar, el juego de naipes y tener mujeres sin que figuraran en el libro registro o en la policía.

Pichincha, la decadencia.


Tras la decadencia de la prostitución allá por 1930, el barrio fue abandonando su pasado prostibulario para transformarse en uno ferroviario, donde proliferaron los hoteles al paso, bares y restaurantes que aprovechaban la Estación de Trenes cercana para hacer su negocio. Lentamente se fue convirtiendo en un barrio de vivienda, en el macrocentro rosarino, donde el día a día y la monotonía no lo distinguían de ningún otro.



Ya por la década del 90, cuando el tren dejó de pasar por la Estación Rosario Norte, el barrio iba llegando a su decadencia. Numerosos comercios vieron mermados sus ingresos, los hoteles fueron desapareciendo, los bares al paso fueron cerrando envolviendo al barrio en un cono de sombra e incertidumbre sobre su futuro. Solo sus anécdotas e historias se conservaban del pasado, y perduraban a través de sus ídolos.


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